miércoles, 5 de septiembre de 2012

Calle de las tiendas oscuras (Patrick Modiano)

Incursiono en territorio Modiano por tercera vez (tras En el café de la juventud perdida y El horizonte) en apenas año y medio; algo, lo puedo asegurar, totalmente inusual en mí (para quien lee 25 libros escasos al año es un lujo repetir autor con tanta frecuencia), y que da prueba de la capacidad adictiva del escritor francés. Modiano es uno de esos pocos autores que tienen un estilo perfectamente reconocible (hasta el punto de haber generado un adjetivo propio, modianesco): en su caso es un estilo invisible, despojado, aparentemente sólo funcional, pero que se revela el vehículo perfecto para unas historias hechas de jirones de bruma y habitadas por seres fantasmales que apenas existen, que se desmigajan en un puñado de recuerdos imprecisos que apenas llegan a generar una ilusión de identidad.

La identidad es el gran tema de Modiano, sobre todo la identidad a través del tiempo; lo que queda de quien fuimos, plasmado en sombras que nos asaltan a la vuelta de cualquier esquina, impresiones que se nos imponen de súbito con la certeza incontestable de "haber estado allí"... Para ello, como herramienta fundamental, Modiano utiliza la ciudad de París, auténtico personaje de todas sus novelas: una ciudad-mundo, en cuyos innumerables barrios y distritos perderse y reencontrarse interminablemente, o desaparecerse de uno mismo y su pasado por el mero hecho de cambiar de domicilio, de mudar de un café abierto en la noche a otro... La plasticidad de las identidades resultantes habla de lo efímero de nuestros vínculos con lo real, con los otros y aun con nosotros mismos; y sin embargo algo permanece, un algo esencial que se revela inasible, tan poco fiable como la memoria, y que los personajes de Modiano persiguen incansablemente y a la vez con una suerte de indolencia, mirándolo apenas de reojo, como si declarar abiertamente su búsqueda pudiera ahuyentar a tan esquiva pieza...

Un París de cafés donde invocar la juventud perdida...

El caso de Calle de las tiendas oscuras es paradigmático y a la vez extremo, dado que la identidad que el protagonista persigue  (al contrario que en las otras dos novelas mencionadas, donde se evoca a una mujer que se amó y perdió sin llegar nunca a despojarla de su misterio) es la del propio protagonista, amnésico tras un accidente que lo dejó sin recuerdos y con un pasado sumido en sombras... Para ello, muy adecuadamente, el personaje trabaja en una agencia de detectives, sin que se explique cómo ha llegado a esa situación ni se haga mención alguna a los largos años posteriores al accidente, un periodo igualmente en penumbra que el autor parece considerar irrelevante. Los personajes de Modiano, aquejados de amnesia o no, tienen una existencia más bien etérea, una resistencia pertinaz a entablar vínculos sólidos que los aten a tierra, que los doten de un pasado sobre el que sostenerse. Quizá sea eso lo que los hace tan atractivos, aquello con lo que el lector -este lector, al menos-, se identifica o querría identificarse. Porque no tener pasado es una de las formas de la libertad, parecen susurrar en sordina -con la voz del autor- este coro de exiliados de sí mismos, que no obstante no dudan en moverse hacia la luz difusa de cualquier recuerdo repentino como polillas deseosas de inmolarse...

Pero es una luz que no llega nunca a quemar; apenas, si acaso, a arrojar breves charcos sobre la oscuridad reinante -la oscuridad en la que transcurren nuestras vidas- para alumbrar fragmentos de identidades que quizá, un día ya lejano, fueran nuestras. La imprecisión de la memoria, la imposibilidad de recuperar el pasado, el vasto y creciente territorio de lo perdido, son temas capitales en la obra de Modiano, los ambiguos monstruos a los que se enfrentan sus protagonistas, nunca del todo seguros de querer abrir esa caja de Pandora que guarda el recuerdo de quiénes fuimos. Agradezco a su imprudencia, a veces temeraria, este puñado de novelas en las que llevo habitando, feliz y ligero de equipaje, desde hace un año y pico. Aunque la fórmula de lo modianesco, tras tres (tristes) libros, se me haga ya un poco demasiado transparente.


La calle de las tiendas oscuras -no visitada en todo el libro- a la que alude el título

 

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